Publica y difunde: NTC …* Nos Topamos Con …
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NTC ... agradece al autor el texto y el aporte
y la autorización para publicarlo.
De: Edgar Mauricio Mora Rodríguez *
Fecha: 23 de marzo de 2014, 16:46
Asunto: Colaboración para su blog Rafael Uribe Uribe
Para: ntcgra@gmail.com
Cordial saludo
Me llamo Mauricio Mora Rodríguez y acabo de
publicar una novela corta titulada “Los héroes son más útiles vivos”.
En ella relato el último día de vida del general Rafael Uribe Uribe.
Me gustaría compartir con los lectores de su blog
algunos apartes del texto.
Agradezco su atención,
Lic. Edgar Mauricio Mora Rodríguez *
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Recordó las múltiples ofensas que le habían hecho a lo largo de su vida, pero que se habían recrudecido en las últimas semanas desde todos los flancos: la prensa republicana, la prensa jesuita, los sermones desde algunos púlpitos, la imaginación popular, incluso hasta farsas de teatro. Y volvían con los mismos ataques de toda la vida: Uribe masón, Uribe hereje, Uribe sostenedor de dictaduras, Uribe vendido a los conservadores, Uribe instigador de guerras, Uribe comunista… él sabía cuál era el objetivo de la campaña: hacerle creer a todo el mundo que su muerte sería consecuencia natural de sus “malas acciones” y que cualquiera podía hacerlo: un liberal, un campesino o un obrero; pero él sabía exactamente quienes y de qué manera habían empezado a hacer funcionar esa horripilante máquina de muerte.
Recordó las múltiples ofensas que le habían hecho a lo largo de su vida, pero que se habían recrudecido en las últimas semanas desde todos los flancos: la prensa republicana, la prensa jesuita, los sermones desde algunos púlpitos, la imaginación popular, incluso hasta farsas de teatro. Y volvían con los mismos ataques de toda la vida: Uribe masón, Uribe hereje, Uribe sostenedor de dictaduras, Uribe vendido a los conservadores, Uribe instigador de guerras, Uribe comunista… él sabía cuál era el objetivo de la campaña: hacerle creer a todo el mundo que su muerte sería consecuencia natural de sus “malas acciones” y que cualquiera podía hacerlo: un liberal, un campesino o un obrero; pero él sabía exactamente quienes y de qué manera habían empezado a hacer funcionar esa horripilante máquina de muerte.
“¡Cómo quisiera volver a ser sólo el campesino!,
¡cómo habría sido de fácil seguir siendo un hombre del común!” pensó. Se habría
casado y viviría con su familia, tal vez en Gualanday,
su hacienda, recibiría a sus hermanos de vez en cuando, tocaría el violín como
le enseñó Heraclio, y no estaría preocupado por lo que dijeran conservadores o
liberales, curas o republicanos, escribiría y leería sin el temor de ser
juzgado, incomprendido ni calumniado. Habría podido dedicarse todo el tiempo a
su familia, ver crecer los hijos a los que durante mucho tiempo conoció solo
por cartas y a cuidar a su esposa, a quien le profesaba un amor ya reposado por
los años. Podría seguir experimentando, como lo hizo tanto tiempo, con el café
para mejorar los cultivos, a traducir libros como lo hizo cuando estaba en la
cárcel y en fin, a dedicarse a todas aquellas cosas para las que hubiese
necesitado otras tres vidas por lo menos.
¡Qué plácida es la vida cuando uno piensa en no
haber tenido obligaciones! Pensó con la ironía de quien le ha dedicado cada
segundo precisamente a lo que cree que tuvo que hacer y recordó a don Tomás, su
padre. “Él sí tenía un sentido estricto del deber” se dijo, y así volvió a encontrar
respuesta a la pregunta de por qué hizo lo que hizo “es genético. Esta es mi
naturaleza, y no sé quien podría ser si no hiciera, pensara y creyera así las
cosas, si mi carácter me ha de llevar a la muerte, pues lo asumo con valentía”
Lo decía en voz alta como en un rezo, como una
invocación a sí mismo, como un conjuro en los que descreía, una plegaria
inconsciente a nosequién en medio de su ateísmo. Su corazón lo intentó
traicionar manteniendo una última esperanza en la piedad ajena; su cerebro, en
cambio, le puso los pies en la tierra recordándole que no tenía ninguna otra
salida sino afrontar lo que pudiera pasar, no tenía posibilidad de escapar del
cerco que se le tendía. Así que desde ese momento empezó crecer en su mente la
idea de que caminaba hacia la muerte con la misma convicción y seguridad del
trabajador que, cansado de un día de duro trabajo, va de regreso a su casa.
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* EL AUTOR
Edgar Mauricio Mora Rodríguez
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Nació en Acacías, Meta, el 29 de noviembre de 1984.
Es licenciado en lengua castellana y comunicación de la universidad de
Pamplona. Docente de lengua castellana y comunicación en la ciudad de
Villavicencio (Institución Educativa Jorge Eliécer Gaitán Ayala, Villavicencio). Se considera un lector consistente y un escritor autodidacta,
que ha comprendido que la única forma de aprender a escribir es leyendo y
escribiendo constantemente.
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5 comentarios:
Gracias Edgar Mauricio por compartir tu obra. Espero leerla muy pronto aunque prefiero la historia a la novela.
Ya veremos.
Saludos,
Begow
Medellín
Saludos, Bernardo. Traté, claro, de ceñirme mucho a la historia para poder hacer la novela. Muchas gracias por el comentario.
FELICITACIONES MAURICIO Y QUE ORGULLO SABER QUE UN DOCENTE COMO TU DEJO ALGO DE ESA INQUIETUD LITERARIA EN MI HIJO.
FELICITACIONES MAURICIO Y QUE ORGULLO SABER QUE UN DOCENTE COMO TU DEJO ALGO DE ESA INQUIETUD LITERARIA EN MI HIJO.
Gracias Sandra. Sólamente hago mi trabajo, por favor, un abrazo para Juan José.
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